sábado, 7 de agosto de 2010

"Instrucciones para subir una escalera", de Julio Cortázar




Nadie habrá dejado de observar que con frecuencia el suelo se pliega de manera tal que una parte sube en ángulo recto con el plano del suelo, y luego la parte siguiente se coloca paralela a este plano, para dar paso a una nueva perpendicular, conducta que se repite en espiral o en línea quebrada hasta alturas sumamente variables. Agachándose y poniendo la mano izquierda en una de las partes verticales, y la derecha en la horizontal correspondiente, se está en posesión momentánea de un peldaño o escalón. Cada uno de estos peldaños, formados como se ve por dos elementos, se situó un tanto más arriba y adelante que el anterior, principio que da sentido a la escalera, ya que cualquiera otra combinación producirá formas quizá más bellas o pintorescas, pero incapaces de trasladar de una planta baja a un primer piso.
Las escaleras se suben de frente, pues hacia atrás o de costado resultan particularmente incómodas. La actitud natural consiste en mantenerse de pie, los brazos colgando sin esfuerzo, la cabeza erguida aunque no tanto que los ojos dejen de ver los peldaños inmediatamente superiores al que se pisa, y respirando lenta y regularmente. Para subir una escalera se comienza por levantar esa parte del cuerpo situada a la derecha abajo, envuelta casi siempre en cuero o gamuza, y que salvo excepciones cabe exactamente en el escalón. Puesta en el primer peldaño dicha parte, que para abreviar llamaremos pie, se recoge la parte equivalente de la izquierda (también llamada pie, pero que no ha de confundirse con el pie antes citado), y llevándola a la altura del pie, se le hace seguir hasta colocarla en el segundo peldaño, con lo cual en éste descansará el pie, y en el primero descansará el pie. (Los primeros peldaños son siempre los más difíciles, hasta adquirir la coordinación necesaria. La coincidencia de nombre entre el pie y el pie hace difícil la explicación. Cuídese especialmente de no levantar al mismo tiempo el pie y el pie).
Llegando en esta forma al segundo peldaño, basta repetir alternadamente los movimientos hasta encontrarse con el final de la escalera. Se sale de ella fácilmente, con un ligero golpe de talón que la fija en su sitio, del que no se moverá hasta el momento del descenso.

Celebrando el primer mes de vida de mi blog, no he encontrado mejor manera de rendirle homenaje que dedicándole este maravilloso escrito de Julio Cortázar, para que cuando comience a andar sepa enfrentarse al más común de los obstáculos: la escalera.

La imagen es una litografía de Escher, "Relativity"

jueves, 5 de agosto de 2010

Tal y como te imagino

Cada mañana al despertar, nada más apagar la estrepitosa alarma, abro los ojos y las ilusiones. Avivo una sonrisa con un guiño a tu imagen, que siempre me asalta para brindar por el nuevo día. La pereza que contra la cama empuja, permite que te evoque en duermevela y vuelvo a revolverme entre mis sábanas como si de tus brazos y piernas se trataran.


Levantarme supone perder contacto con tu fantasía, para vivir eterna, condenada en mi realidad. Pasar las horas descontando los segundos que faltan para alcanzar el espejismo que crea tu fotografía en mi habitación: oasis de caricias deseadas; sentir que mi pijama me cubre tal y como lo haría tu cuerpo, y mi almohada se vuelve, otra vez, tu regazo; ahí apoyada puedo dormir tranquila.





miércoles, 4 de agosto de 2010

Diarios de una adolescencia prematura a estas alturas (17-08-2007)

Hoy por fin manejo el soporte perfecto para narrar mis aventuras, andanzas y filosofías.


Para contar los cuentos de otros, las vidas que se enlazan en las tiras de mis sandalias.


Para hablar de lo que no quiero y gritar bien alto lo que soy.


Para susurrar al oído de estas letras mis deseos y secretos.


Para enumerar las palabras de un vocabulario que muere por expandir sus fronteras.


Para cantar mil recuerdos enganchados a notas musicales, pentagramas y claves de Sol.


Para dar significado a mis momentos más íntimos y solitario.


Para dejar constancia de que pensé y por eso existí; que por ser totalmente consciente de mi existencia, soy capaz de sentir.


Para decirte que mis sentimientos son verdaderos, porque aman la tinta y el papel; porque gozan de ingenio y suspiran líneas inconexas.


Para recordar tu nombre y mi lugar.


Para esperar a la muerte sin miedo a vivir...

domingo, 1 de agosto de 2010

Otoño, un suspiro (24-11-2009)

El otoño siempre ha teñido, ocre, mi querido camino de la nostalgia. Ver resbalar la lluvia por la ventana o dejarme salpicar por ella, apoyada en la barandilla de mi terraza: era el mejor momento que me regalaba mi estación favorita. Imaginaba como los duendes se fabricaban sus ropas y gorros con las hojas secas caídas de los árboles, y me guiñaban un ojo con complicidad, antes de volver a esconderse bajo los montones que los jardineros habían acumulado con sus rastrillos. Adoraba pasear notando el viento revolviéndome el cabello y verle jugar con las hojas y los duendes; ese amante de árboles que gustaba de desnudarlos poco a poco, ese amante que me acariciaba con dulzura la piel de la cara; siempre me avisaba, susurrándome al oído, que no quedaba mucho para la llegada del invierno y sus hadas del hielo. Tristemente, esta estación va muriendo por la desnaturalización del ciclo de la vida; ya sólo dura un suspiro, un latido de corazón... el guiño de un duende que cruza corriendo el parque, porque no tiene donde esconderse.