Las pautas de hoy nos las deja Nicson, de él sólo sabemos que es un seguidor de este proyecto. Le podéis encontrar http://denicson.blogspot.com/ ahí están los enlaces para sus diferentes blogs.
Sus pautas son:
1.- Francisco, 40 años, separado (no divorciado). Un hijo con su esposa.
2.- Patricia, 34. Esposa de Francisco. No logra la estabilidad en muchas áreas de su vida.
3.- Diego, 19 años. Escapa de un centro de rehabilitación. Mala relación con sus padres.
Os recordamos que podéis dejar vuestras pautas en los comentarios de cualquiera de los dos blogs y nosotros escribiremos la historia.
Muchas gracias por leer, les dejamos con la historia de hoy.
Un saludo.
Un sueño por otro
Patricia colgó el teléfono, se sentó en el sofá y encendiendo un cigarro pensó en escaparse a otro país, quizás al Caribe o a la India, con la firme promesa de no regresar ni contarle a nadie donde poder localizarla.
34 años ya, 34 años y no había acabado su carrera, lo fue aplazando desde que Francisco y ella decidieron comprarse la casa, y un par de años más tarde casarse, el trabajo para pagar la hipoteca y las facturas no la dejaba tiempo para estudiar. Cuando llegó Diego, la idea de terminar sus estudios fue pospuesta aún más; para ese entonces su marido ya era director de ventas y podían mantenerse los tres con su sueldo.
Ella estaba encantada de pasar el día con su niño, pero aunque eso la hiciera la mujer más feliz del mundo, sentía un hueco en su puzzle, faltaba un pieza; Diego crecía rápido y Francisco alargaba cada vez más sus viajes de empresa.
Aquella joven emprendedora, decidida e independiente, se había convertido en un ama de casa, mantenida por su marido, igual que su madre, y a pesar de haber aprendido que era un trabajo valioso, duro y satisfactorio, ella nunca quiso verse en esa situación.
Según pasaban los años, el rompecabezas parecía más incompleto, era como si su futuro estuviese dando marcha atrás, y el cuadro que una vez pintó, se estuviese descomponiendo. Culpaba a su familia de su vacío, cuidar de ellos, los dos hombres más desagradecidos, la había dejado sin tiempo para cuidar de si misma.
Supo que Francisco se veía con alguna que otra amiguita, mucho antes de separarse, y callaba porque no podía aceptar el hecho de que su matrimonio fuese un fracaso, su matrimonio, por el que había cambiado su vida profesional, sus estudios. La separación fue inevitable, pero no estaba dispuesta a aceptar el divorcio y parecía que a su marido eso no le importaba.
Patricia se levantó del sofá y llamó al que todavía era su esposo.
- Dígame – Contestó él sin ganas.
- Hola Francisco, tenemos malas noticias desde el centro
- ¿Qué ha hecho esta vez tu hijo?
- Se ha escapado.
- Pero.. ¿Cómo? Les estoy pagando una pasta para que saquen a mi hijo de las putas drogas y le dejan escaparse... Me van a oír.
- Bueno, tranquilízate, voy a intentar localizar a sus amigos a ver si ha dado señales de vida.
- Esta bien, Patri, llámame en cuanto sepas algo.
Colgó y volvió a sentarse para fumar otro cigarro y pensar en lo bien que estaría en Cuba, en La Habana, paseando por el Malecón del brazo de algún morenazo, mucho mejor allí que aquí, arrinconada en el sofá de aquella casa; una casa que hacía tanto tiempo que no era un hogar, que parecía que nunca lo había sido.
Desde que Francisco se marchó a vivir con la pelirroja explosiva de su oficina, sólo había conseguido trabajar en algún trabajo temporal que no la llenaba, y en las contadas ocasiones en las que había salido a disfrutar de una cita, no llegó a congeniar lo suficiente como para quedar para otra ocasión. Seguía enamorada de su marido.
Podría haber sido el mejor momento para volver a estudiar, pero con Diego metido hasta el cuello en las drogas no podía concentrarse. No lo habían visto venir, no se explicaban como era posible que su hijo estuviera tan enganchado a tantas drogas sin haberse dado cuenta del proceso que le había metido en ese pozo.
Se culpaban a si mismos, se culpaban el uno al otro. Su madre siempre le guardó algo de rencor porque ocuparse de él había significado perder su identidad; y su padre siempre prefirió pasar los fines de semana con alguna secretaria bombón que jugar al fútbol con él.
Realmente Diego, a sus 19 años, no tenía un problema con las drogas, sabía muy bien lo que hacía y podía dejarlo cuando quisiera. Su única pretensión era divertirse con los amigos y olvidarse de las dos personas más amargadas que había conocido, y que, a sus ojos, sólo querían amargarle la existencia.
Encerrarlo en un centro para drogadictos, de verdad creían que así lograrían recuperarlo, se preguntaba y se contestaba que se equivocaban. Él no necesitaba ningún tipo de terapia ocupacional y en cuanto pude se escapó de allí; seguro que Charlie podría darle “asilo político” hasta que encontrara su propio nido. Alguna vez había trapicheado para él y ahora podría dedicarse al negocio y pegarse la buena vida, sin tener que dar explicaciones en su casa. Era un buen plan, el mejor.
Patricia estuvo marcando números toda la tarde, pero no localizó a nadie que pudiera decirle nada de su hijo, volvió a llamar a Francisco.
- No Patri, no tengo el teléfono del tal Charlie con el que siempre anda tu hijo.
- Estoy segura de que está con él, estoy segura.
- Bueno, ¿Los del centro te han dado alguna explicación? Supongo que nos devolverán el dinero que les pagamos
- ¿Eso es lo que más te preocupa? Tu hijo, drogadicto, está desaparecido y tú sólo piensas en lo que te cuesta el centro de rehabilitación...
- Patricia, deja de desviar la conversación para poder echarme en cara mis defectos; del dinero ya me encargaré yo, como siempre... además sabes de sobra que entre hoy y mañana tu hijo se presentará en tu casa. De eso estoy seguro, yo.
Después de discutir un buen rato y colgar el teléfono, Patricia volvió a su sofá y a su cigarro, ya sólo le quedaba esperar y esperó hasta que a la mañana siguiente sonó el timbre despertándola.
Francisco tenía razón, allí estaba Diego, con síntomas de estar todavía algo colocado de la noche anterior; sin saludarla, sin apenas mirarla, y sin querer escucharla. Se dirigió a su habitación, cogió ropa, el portátil y algunas de sus pertenencias más preciadas mientras su madre suplicaba, lloraba y gritaba para retenerlo.
Lo único que Diego la dijo justo antes de salir fue:
- Por fin has conseguido apartar a todos de ti, para poder tener todo el tiempo del mundo para dedicártelo a ti misma.
Y en un mundo paralelo:
http://mundosparaleloskaesar.blogspot.com/2011/02/la-vida-sonada.html