sábado, 22 de enero de 2011

Con tu memoria me ahogaría en mis recuerdos.




(Fotografía de Gregory Colbert)

miércoles, 19 de enero de 2011

Por los viejos tiempos (Proyecto "Mundos paralelos")

Hoy es el primer "Mundo paralelo" construido con los cimientos de uno de nuestros seguidores. Él es Rubén Ochoa, le podéis conocer mejor entrando en su Twitter: @ruben_ochoa o en su Tumblr donde demuestra su arte con las letras.
Sus pautas son: 1-Francisco y Valeria se conocieron cuando él tenía 15 y ella 13 años 2-Sintieron que había algo especial entre ellos pero nunca se lo dijeron el uno al otro. 3-Pasan 18 años y se reencuentran.
Les recordamos que pueden dejar sus pautas en los comentarios de cualquiera de los dos blogs y nosotros escribiremos vuestra historia. Muchas gracias por leer, les dejamos con la historia de hoy. Un saludo.

Por los viejos tiempos

 

Valeria salió a la terraza a fumar un cigarro y dejar que el aire fresco de la noche despejara su cabeza, el día que empezó tan anodino como de costumbre, le había despedido con una agridulce sorpresa.

Llevaba años sin acordarse de Francisco y su guitarra, pasó cada tarde del verano de 1993 sentada a sus pies en la plaza del pueblo, cantando las canciones que él tocaba; nunca antes había estado enamorada y se sentía terriblemente cohibida siempre que se quedaban a solas.

Volvió a entrar en casa y siguió trabajando en el informe de ventas que debía entregar al día siguiente.
Francisco se despertó a media noche en la oscuridad de su habitación, solo, amargado, y preguntándose donde estarían todos aquellos sueños que había dejado de perseguir. Cogió su guitarra y tocó para sí mismo “Quién me ha robado el mes de abril”.

Recordó a Valeria, la niña risueña que empezó a crecer aquel verano de 1993, cada día bajaba, después de la siesta, a cantar a la plaza del pueblo porque sabía que ella aparecería por allí en algún momento y sin que sospechara nada, le dedicaba cada tema que tocaba sentado en aquel banco.

Dejó la guitarra en su funda y se volvió a acostar. No podía definir si su encuentro de la tarde con Valeria había sido grato, o terriblemente desapacible. El paso de los años no había sido benévolo con ninguno de los dos y tardaron un buen rato en reconocerse.

Después de varios años dedicándose a cuidar de un desagradecido marido, Valeria había empezado a trabajar como representante de artículos de regalo, y en una visita a uno de los clientes de su cartera, se encontró con Francisco, que llevaba tres años trabajando de dependiente en ese establecimiento.

Ella una mujer de treinta y cinco años que aparentaba más de cuarenta y cinco, una tradicional ama de casa; y él, un delincuente de poca monta que había conseguido reinsertarse en la sociedad, decidieron tomar una copa juntos al terminar la jornada laboral.

Dieciocho años sin verse y nada bueno que contar, ni esperanzas que compartir. Rememoraron el verano en el que se conocieron y las tardes en la plaza. Rememoraron que una vez tuvieron sueños y toda una vida por delante; un mundo lleno de conciertos en estadios para él y diseños de alta costura en las mejores pasarelas para ella.

Se avergonzaban tanto de sus años perdidos que no se atrevieron a hablar de las peleas en la cárcel que más de una cicatriz le habían dejado, ni de la imposibilidad de quedarse embarazada que habían acabado con un matrimonio anterior y una depresión de la que no estaba segura de haber salido.

Después de dar vueltas a un pasado mucho mejor, sus heridas se abrieron de nuevo, y para no dejarse ver sangrando se despidieron con la promesa de llamarse algún día.

Al día siguiente, Valeria se despertó al lado de un hombre al que había dejado de amar mucho tiempo atrás, se despertó sola y desorientada; se sirvió un café de autocompasión y volvió a pensar en Francisco y sus canciones.

Francisco abrió la tienda mientras le daba vueltas a la idea de llamar a Valeria para no sentirse solo una tarde más, pero suponía que no podrían seguir hablando una y otra vez de veranos adolescentes y lo último que quería era admitir en voz alta que había echado su vida a perder.

Ninguno de los dos se atrevió a llamar al otro, a afrontar la humillación de reconocer que no eran nada más que una sombra y prefirieron seguir intentando acomodarse en su soledad que compartirla.

Llegó el día en el que las obligaciones laborales les pusieron cara a cara de nuevo, y como la vez anterior acabaron brindado por los viejos tiempos, sin contarse nada que el otro no supiera ya.

Unos meses después, las copas que se tomaban juntos se habían convertido en parte de sus rutinarias vidas. Al igual que nunca se atrevieron a declarar que sentían algo maravilloso el uno por el otro, cuando eran unos críos, ahora, siendo adultos, nunca se permitirían el lujo de dejarse conocer.

Y en un mundo paralelo:

miércoles, 12 de enero de 2011

Don't look back in anger (Proyecto "Mundos Paralelos")

Segundo post del proyecto Mundos Paralelos, si no sabes lo que es pincha justo aquí.

Las pautas que Julio y yo hemos seguido esta semana son:
1. Roberto, toca la guitarra en calles, metros, donde puede.
2. Conoce a un tipo, Ernesto, que se ofrece a ayudarle haciéndole un hueco en su garito.
3. Marta, camarera y novia de Ernesto se fija en él.

Muchas gracias por leer, les dejamos con la historia de hoy.
Un saludo

"Don't look back in anger"


El día que Ernesto se paró a hablar conmigo lo reconocí enseguida, era un tipo que solía pararse a escucharme siempre que tocaba en aquella boca de metro, muy generoso con la calderilla que me dejaba en la funda de la guitarra.
- Me llamo Roberto, dije mientras me estrechaba fuerte la mano – ¿sabes que eres mi mejor espectador?

Me invitó a tomar un café en el bar de enfrente, según él tenía que proponerme algo que no podría rechazar. Al parecer mi nuevo amigo tenía un pub de estilo inglés en la zona sur de la ciudad y le gustaba tener música en directo para ambientar las cenas; la chica que solía tocar martes y jueves le había dejado tirado una semana antes y automáticamente pensó en mí, el músico callejero del metro. Me apuntó en una servilleta la dirección y me pidió que me presentara al día siguiente, sobre las seis de la tarde para hacer una prueba y conocer el pub. No, no podía rechazar la oferta; era una oportunidad única para darme a conocer y tener algo parecido a un sueldo.

Llegué antes de la hora, el pub todavía no estaba abierto al público, pero me colé por debajo del cierre. En mitad de la sala había una camarera barriendo al son de “Don’t look back in anger” sumamente ensimismada en su tarea, tanto, que no se percató de mi presencia. No quise interrumpir su actuación pues era una auténtica delicia observarla; todos hemos utilizado escobas y fregonas como micrófono alguna vez, pero estoy seguro de que jamás nadie lo ha hecho con tal maestría. Antes de que se acabara el tema, Ernesto irrumpió en la escena y me presentó a su novia, Marta.

- Me llamo Roberto, dije mientras besaba sus mejillas. – ¿Sabes que eres toda una artista?

Marta, visiblemente sonrojada, siguió con sus quehaceres y yo no pude evitar sentirme decepcionado al saber que no estaba disponible.

Tras la prueba, Ernesto, Marta y el resto del personal, quedaron encantados y me contrataron para empezar a trabajar el martes siguiente. En un par de semanas Marta desbancó a Ernesto, convirtiéndose en mi mejor espectadora. He de confesar que me ponía tremendamente nervioso cuando me observaba detenidamente desde la barra; no estaba seguro si sólo veía lo que yo quería ver o si realmente tonteaba conmigo. Tenía que reprimirme las ganas de tirarle los trastos abiertamente, utilizaba mi moral y respeto por Ernesto como barreras de contención.

Cuando terminábamos de trabajar y recoger, íbamos todos juntos a los after hour más decrépitos de la ciudad y entre copas y descuidos de Ernesto, Marta se volcaba en atenciones conmigo; con los días se fue haciendo obvio que no era sólo mi imaginación y que aquella mujer me buscaba con el mismo ímpetu con el que yo intentaba evitarla. Su encantadora personalidad, sus ojos negros capaces de dejarme sin respiración, se convirtieron en la musa de todas mis composiciones.

El bueno de Ernesto, totalmente ajeno al vínculo que se formaba entre su compañera y un servidor, me propuso que la invitara a compartir algún tema conmigo en el escenario; creía que la voz de Marta sería el mejor acompañamiento para mi guitarra, que mis letras parecían encajar perfectamente con su genio y estilo.

La noche en la que cantamos juntos, fue, sin duda, la vez que más he disfrutado tocando. Por muy cursi que pueda sonar, sentí que el suelo se volvía pentagrama y que las notas cobraban vida en su voz. Supe que si la besaba me enamoraría de ella. Tras las felicitaciones y las miles de copas de más que nos bebimos aquella noche, Marta y yo amanecimos paseando los dos solos por la ciudad; Ernesto se había retirado muy cansado, un par de horas antes dejándola en mis buenas manos, para que cuidara de que ningún buitre se acercara a su preciosa novia.

Mis sentimientos traicionaban toda la confianza que mi “manager” tenía depositada en mí. La culpabilidad no me dejaba dar el paso que me separaba de mis deseos, me sentía tan a gusto en su compañía que olvidaba quien era su pareja, pero en cuanto lo recordaba, su presencia me incomodaba; realmente nos llevábamos muy bien, nunca nos faltaba la conversación y parecíamos conectar y encajar. Sentados en un banco, viendo a la gente pasar, Marta se dejó llevar y me besó.

Terminamos la mañana en mi hostal, desnudos, preguntándonos que hacer a partir de ese momento, como comunicarle a Ernesto lo que había pasado. Marta recogió sus cosas y decidió ir a hablar con él, dejar pasar un solo minuto más no era justo para ninguno de los tres; yo me quedé encerrado en mi habitación componiendo otra canción más en su honor.

Unas horas después sonó el teléfono, era Ernesto preguntando por ella, preocupado porque su chica todavía no había regresado y su móvil no daba señal. Me asusté tanto como lo estaba él, pues vivíamos sólo a un par de manzanas, y Marta tenía que haber llegado hacía largo rato. Fui corriendo a acompañarlo mientras llamaba a todos los hospitales y a la policía.

Mi versión de la mañana fue un largo y tardío desayuno, tras el cual nos habíamos despedido para dormir cada uno en su propia cama. Cuando llegué al apartamento lo encontré sollozando y temblando, era un poco tremendista, pero no era propio de Marta desaparecer así; realmente yo sabía que tenía razones de sobra para estar perdida por la ciudad y me tranquilizaba la idea de que, asustada por tener que enfrentarse a su ruptura, se habría quedado en un parque o en un bar intentando poner sus ideas en orden. Supongo que eso era lo que realmente me apetecía hacer a mí.

Pocos minutos después de mi llegada, una pareja de la policía llamó al timbre. Ernesto se derrumbó y yo me quedé petrificado ante lo que era la confirmación de todos sus temores: Marta había sido atropellada por un conductor que se había dado a la fuga, muriendo en la ambulancia de camino al hospital.

Han pasado dos años desde el accidente. Ernesto consiguió reponerse con muchos esfuerzos; para mí, pasar el duelo a su lado, fue el mejor apoyo que pude tener. Por fin estoy grabando mi primer disco, y él es mi manager oficial, por supuesto que sigo tocando cada martes y jueves en el pub. Me he planteado cientos de veces contarle lo que pasó aquella noche, pero no me atrevo; me justifico convenciéndome que sería ocasionarle daño gratuito. En un principio me guardó rencor por no haber acompañado a su niña hasta el portal, pero tal y como él me dijo en una ocasión: “son cosas que pasan, no podemos mirar hacia atrás con ira, sólo hacia delante con esperanza”.

Hace unas semanas empezó a trabajar con nosotros Carolina, la mujer con la que Ernesto ha rehecho su vida; Carolina, mi nueva mejor espectadora. La conocí en una comida que organizó mi amigo en su apartamento, cuando llegué estaba en la cocina; en la radio sonaba “Don’t look back in anger” mientras ella la tarareaba con dulzura.

- Me llamo Roberto, dije mientras me acercaba a saludarla. – ¿Sabes que acabo de tener un déjà-vu?

 Y en un mundo paralelo:

El cantautor de la foto es Luis Ramiro, uno de mis favoritos. Merece la pena escucharlo, sus melodías conquistan y sus letras enamoran.

Proyecto "Mundos Paralelos"

Hace un par de semanas, uno de mis tuiteros favoritos y buen amigo 2.0, @avekaesar, me propuso una gran idea que enseguida me llenó de orgullo y satisfacción, (perdón no he podido evitarlo), una idea que enseguida me llenó.
Se trataba de un proyecto en el que cada cual escribiría un relato corto a partir de unas pautas escogidas previamente (personajes, escenarios, etc.) Enseguida nos entusiasmamos, y tras "largas y arduas deliberaciones" decidimos bautizarlo con el nombre de "Proyecto Mundos Paralelos". 
Cada miércoles a las seis de la tarde (hora española) publicaremos nuestros respectivos posts, indicando que pautas hemos seguido y un link al blog de nuestro compañero para que podáis leer los dos relatos. Yo publico en Ego-ísta.latra.céntrica y Julio lo hace en un espacio que ha creado para este proyecto en exclusiva: Mundos Paralelos.
Empezamos a publicar el pasado miércoles 5 de Enero, con dos historias basadas en unas pautas propuestas por mi socio; las que publicaremos esta tarde, están basadas en otras que yo misma he escogido. Pero, a partir de este momento, queremos que seáis vosotros los que nos propongáis que queréis que os relatemos. Nos gustaría que nos hicierais llegar vuestras ideas en forma de comentario (en el blog que más rabia os dé) y así poder convertiros en nuestras musas.
Muchas gracias por leernos y prestarnos un ratito de vuestro tiempo.
Ester.

miércoles, 5 de enero de 2011

Desencuentros (Proyecto "Mundos paralelos")


Hola, buenas tardes, esto que comienza aquí y ahora, es un proyecto conjunto entre Julio Muñoz y una servidora. Después de varios meses interactuando en Twitter hemos logrado forjar una amistad “virtual” e inspiradora, por lo que hemos decidido que a partir de este post, todos los miércoles, a las seis de la tarde, se conviertan en los miércoles de “Mundos paralelos”. Éste proyecto consiste en, partiendo de unas simples pautas (personajes, acciones, anécdotas, título etc...), construir un relato; aportando cada uno nuestra personal visión, llevándolo por los caminos que cada uno crea conveniente. Dos miradas desde un mismo punto de partida. Al final de cada post, colocaremos el enlace hacia el blog del otro para qué podais leer el otro mundo paralelo y así disfrutar de la experiencia completa.
Hoy el tema lo ha escogido Julio, y la semana siguiente lo haré yo, pero queremos que todos los lectores, a los que les interese, sean participativos y nos dejen pautas, personajes o lo que quieran en los comentarios para que nosotros desarrollemos la idea y escribamos un relato. Queremos que os convirtáis en nuestras musas, que vuestras ideas burbujeen en nuestras cabezas y construyamos algo que nos guste a todos.
Para el relato de hoy se escogieron las siguientes pautas:
1. Un protagonista: Ramón
2. Un hecho: Reencuentro con el amor de su vida, Helena, que se va a casar.
3. Un contratiempo: Una cita en la que Ramón pierde el tren.
Muchas gracias por leer, les dejamos con la historia de hoy. Un saludo.

Desencuentros

Ramón se subió al taxi, apresurado, agitado y con los nervios de un quinceañero. Esa mañana todo salía mal, ducha sin agua caliente, café derramado sobre la ropa justo antes de salir por la puerta y el coche que no quería arrancar. Después de varios intentos, desistió y llamó a un taxi.
Mientras esperaba apoyado en el escaparate de una papelería se dejó atrapar por la imagen de Helena, su primer y único amor. Compañera de juegos en la infancia durante los cortos veranos en Palencia y amiga de la adolescencia.
Cuando tenían 15 años, Helena y su familia se mudaron a la capital y allí la esperaba él, un adolescente resultón que ya se había fijado en sus recién estrenadas curvas el verano anterior. Quedaban después de clase y salían con los amigos los fines de semana; entre risas y deberes llegaron los paseos de la mano y las citas en la última fila del cine. El claxon del taxi le devolvió al presente.
- Por favor, a la estación de Atocha. Lo más rápido posible. – dijo mientras subía al vehículo. El taxista miró por el retrovisor y le contestó que haría lo posible, pero que La Castellana andaba muy atascada.
Ramón resignado siguió divagando sobre aquellos maravillosos años. Helena había decidido estudiar Enfermería; ya de pequeña siempre quería jugar a que Ramón estaba enfermo y ella le cuidaba, lo suyo era pura vocación. Estudiaba muy duro, mientras que él se dedicaba a fumarse las clases de derecho en los billares. En las épocas de exámenes, mientras ella se encerraba en casa, él se corría las mejores juergas, incluso fue infiel en alguna escapada; se preguntaba si Helena llegó enterarse. El resultado era obvio, lo poco que aprobaba lo hacía por los pelos y las diferencias entre ellos se iban haciendo cada vez más patentes.
Bajando la ventanilla del taxi, miró por enésima vez el reloj, levantó la cabeza y comprobó que el conductor tenía razón, La Castellana estaba totalmente colapsada. Éste al notar el estado de histeria de su pasajero intentó sacar algo de conversación.
- Se lo dije, caballero, atasco monumental.
- Eso parece – contestó Ramón, seco, con la cabeza mirando la fila de coches y con muy pocas ganas de hablar. Bajó la mirada y siguió pensando en sus cosas.
Dos días antes había vuelto a ver a Helena, llevaban más de seis años sin saber absolutamente nada de su vida; y como por arte de magia se materializó en Callao. Iban andando, cada uno con su propia historia a cuestas y con la mirada perdida, casi chocaron. Al reconocerse se quedaron petrificados, observándose, sin poder articular palabra. Cuando consiguieron romper el hielo, decidieron sacar algo de tiempo y compartir una taza de café para ponerse al día.
Ella se había convertido en la mujer que empezaba a asomar por sus ojos el día que rompieron. Por supuesto que Ramón no había acabado la carrera, pero tenía un buen puesto de comercial en una compañía de seguros.
- Desde luego, labia para enredar a cualquiera siempre has tenido – Comentó mientras se dibujaba una sonrisa maliciosa en el gesto de Helena.
Sintió cientos de punzadas en todo el cuerpo al notar esa mirada inquisitiva y penetrante otra vez, después de tanto tiempo. La había dejado escapar; había arruinado todos los planes de futuro que un día hicieron. Al acabar la carrera, ella, se vio junto a un gañán que no estudiaba ni quería trabajar; supo que no quería compartir el resto de su vida con alguien como él. Aceptó una oferta de trabajo en Londres y sin mirar atrás dejó a Ramón en Madrid. La única forma que encontró para superar la marcha de Helena, fue cortar cualquier tipo de relación con todos aquellos que tuvieron algo que ver con su ex-novia. Nunca devolvió las llamadas, tampoco quiso abrir ningún e-mail.
Seis años y dos cafés después, tenía delante la oportunidad perfecta para recuperarla y demostrar que había dejado de echar su vida a perder. No era el abogado que quiso ser, pero tenía un trabajo fijo que le permitía pagar la hipoteca todos los meses.
Adelantándose a los pensamientos de su antiguo compañero, dejó caer en mitad de la conversación lo último que Ramón quería haber oído.
- Me caso dentro de dos semanas.
- Enhorabuena – masculló con la cabeza baja, mirando la taza de café, intentando ahogar todos los errores que lo habían conducido a aquel lugar.
Él convivía con una chica desde hacía unos meses, era una situación en la que se había visto envuelto sin realmente quererlo, pura comodidad. No era amor, sólo algo que se supone que tarde o temprano tenía que pasar, y no creyó oportuno contarlo en aquel momento.
- Bueno, me tengo que ir, tengo demasiadas cosas que dejar preparadas antes del gran día – con estas palabras Helena dio por zanjado el encuentro.
- ¿Hasta cuándo te quedas en Madrid?, ¿Podríamos vernos otro día? – sonó tan desesperado como su mirada de súplica.
- Pocos días, no sé si tendré tiempo para vernos – respondió pensativa – Aunque si quieres acompañarme el jueves a Aranjuez... Tengo que ir a recoger un collar de la hermana de mi abuela; ya sabes por eso de llevar algo viejo, y bueno, también prestado.
- No es mala idea – contestó abrumado por el guiño de ojos que le había dedicado y pensando como escaquearse de sus responsabilidades laborales el día de su cita.
- Te espero a las 12:00 en la vía 3 en Atocha, quiero coger el tren de las 12:15 – se despidió con dos besos y dándole la espalda salió por la puerta.
Se quedó pensativo, sintiéndose tonto por no haberla ofrecido a llevarla en coche, ni haberla pedido el teléfono. El jarro de agua fría que había derramado sin piedad sobre el feliz tropiezo, le había dejado congelado.
- Hemos llegado, caballero; son diecisiete euros.
- Aquí tiene, gracias – sin esperar el cambio, bajó de aquel taxi a las 12:40.
Conociendo a Helena tan bien como él la conocía, ya se habría marchado en el tren. Sin llegar si quiera a asomarse a la vía, se dirigió a los jardines de Atocha y se sentó entre las plantas. La opción de salir en el siguiente tren a Aranjuez con la esperanza de encontrarla por las calles o simplemente esperarla en la estación, ni pasó por su cabeza. Nunca lo admitiría, pero perder ese tren, llegar tarde a su cita, era un alivio; en el fondo, que la posibilidad de que Helena lo dejara todo para quedarse a su lado se convirtiera en una realidad, le daba pánico. Nunca podría cubrir mínimamente las necesidades de aquella mujer.
Helena estuvo esperando en la vía 3 hasta las 13:15; estaba segura de que Ramón se atrasaría, pero nunca se habría imaginado que no aparecería. Desde su encuentro no había podido dormir ni comer; la situación la había superado. No dejó de pensar en lo horribles que fueron los dos primeros años en Inglaterra. En un principio intentó ponerse en contacto con él para pedirle perdón y confesar lo muy equivocada que estaba al haber querido sacarlo de su vida, pero parecía haber desaparecido del mapa.
Seis años y dos trenes después descubrió que nunca había dejado de amarle y que seguía tan enamorada como en aquellos días en los que paseaban por El Retiro. Descubrió que su querido Ramón había pasado página y que toda aquella fantasía de dejarlo todo por volver a un pasado mejor, sólo tenía cabida en su propia cabeza. Lo mejor era seguir con su vida tal y como estaba planeado.
Y en un mundo pararalelo: